
En nuestro trabajo con padres y madres de niños/as especiales hemos podido constatar como la alegría, la risa, el sentido del humor de los padres y de la familia en general, son elementos que indican que se ha realizado la aceptación del hecho, y mas aún, de que se ha realizado la reconciliación con la vida misma, de que se han encontrado los mecanismos personales para asumir el reto y hacer más felices la vida de los niños. En la película “La Vida es Bella” sobre el holocausto de los judíos, hay una escena memorable donde el padre, camino a ser fusilado, desfila con gracia y complicidad frente a su hijo, haciéndole creer que todo es un juego. Indiscutiblemente que hay una gran enseñanza en esa manera de enfrentar las situaciones difíciles.
La realidad es que los padres y las madres pierden la alegría por un tiempo, y a veces, por demasiado tiempo, sin hacer conciencia de que su hijo/a dependerá emocionalmente del estado de ánimo y del temple afectivo de los que le rodean y le cuidan diariamente.
Es por eso que la meta en la crianza de un niño/a con discapacidad, es la risa. No la sonrisa de la decepción o el desencanto, no la risa por despecho. Me refiero a la risa que produce la aceptación plena de una situación que no se puede cambiar, pero a la que le hemos encontrado sentido, la que sentimos que de alguna forma ha enriquecido nuestras vidas. La risa que se produce cuando podemos apreciar y disfrutar los mínimos progresos del niño/a, porque sabemos le ha costado un gran esfuerzo. Disfrutemos la risa que nos contagian los propios niños/as ajenos a las dificultades con las que han nacido.
(Maritza López, Médico Psiquiatra Infanto-Juvenil y madre de un joven con Autismo y Discapacidad Intelectual)
http://www.pasoapaso.com.ve/boletin/boletin_14_4.htm#9
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