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Varios estudios han determinado que este mal se debe a malformaciones cerebrales en los primeros días de gestación. También se sabe que está relacionado con cinco genes anómalos. Tales hallazgos permitirán un mejor diagnóstico y tratamiento.

Las causas que determinan que un niño o niña sea autista se han considerado durante años como un verdadera misterio. Incluso hubo un tiempo en que los médicos y sicólogos creyeron que la enfermedad se debía a padres fríos y poco cariñosos o simplemente a la ausencia de éstos. Sin embargo, hoy se sabe que algunos genes anómalos y una anatomía del cerebro alterada son los verdaderos responsables de este mal.

Recientes estudios sobre niños autistas, así como experimentos realizados con primates, permiten responder cuándo y dónde se desarrollan las complejas interacciones biológicas que determinan a un autista.

En cuanto al inicio de la enfermedad, los científicos coinciden en que se desarrolla en las primeras etapas del embarazo. Así lo sostiene la doctora Patricia Rodier, especialista en embriones de la Universidad de Rochester: "La malformación se produce antes de que la mujer se entere de que está embarazada, entre los días 20 y 24 de la gestación".

Mejor diagnóstico
La comprobación de que ya a nivel embrionario existe una alteración en el desarrollo neuronal permitirá a futuro desarrollar métodos para una detección precoz del problema, que permitan enfrentar mejor la enfermedad.

"Mientras antes se realice el diagnóstico mejor será la evolución del niño, ya que con el trabajo de terapias y la ayuda multidisciplinaria compuesta por sicólogos, fonoaudiólogos y kinesiólogos se puede recuperar gran parte de la destreza comunicativa y motriz", afirma Juanita Espíndola, directora de la Asociación de Padres y Amigos de Autistas (Auspaut).

En la actualidad, este mal no es detectable a simple vista por los padres en las primeras semanas o meses de vida. Incluso hay niños que se ven normales, pero después del año y medio empiezan a mostrar síntomas autistas.

"El diagnóstico se puede realizar en pequeños de 18 meses de edad, cuando se manifiestan síntomas como el aislamiento y la falta de contacto visual", explica Espíndola.

Las señales más notorias provienen de los movimientos: hay que preocuparse y acudir a un especialista si la guagua se sienta, gatea o camina en forma extraña y descoordinada. Otro signo de alerta es si el menor no presta atención a su alrededor y le cuesta fijar la vista. Entre los dos o tres años de edad tendrá problemas para relacionarse con los demás, se mostrará aislado e incluso puede que no desarrolle lenguaje.

Daño cerebral
Desde hace años que los neurólogos vienen estudiando el tejido cerebral obtenido en autopsias de niños y adultos autistas.

En esas muestras se observa que el cerebro es más grande y pesado que lo normal. Una especialista en el tema, la doctora Margaret Bauman, de la Escuela de Medicina de Harvard, demostró que existen anormalidades en tres áreas principales: los lóbulos frontales, el sistema límbico y el cerebelo.

Los lóbulos frontales están encargados de la organización de las conductas del individuo y en el caso de los autistas tienden a ser más gruesos que lo normal. Por otro lado, las células del sistema límbico -responsables de las emociones- son un tercio más pequeñas, además de inmaduras y con conexiones inconclusas. Por último, el cerebelo -destinado a la coordinación de la actividad motora- aparece reducido entre un 30 y 50 por ciento en comparación con sujetos normales.

http://groups.msn.com/ElAutismo/algunosestudios.msnw?action=get_message&mview=0&ID_Message=4052&LastModified=4675541996701715714
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