Ya se había predicho que en las personas autistas la amígdala, que es el centro de las emociones, debería de tener algún tipo de defecto, pero hasta ahora no se había demostrado lo suficientemente bien.
David Amaral de University of California Davis ha dirigido un estudio pos-morten sobre los cerebros de varias personas fallecidas que padecían autismo. Comparó las similitudes y diferencias entre los cerebros de 9 hombres que padecieron autismo con otros 10 que no padecieron este desorden. Estos sujetos varones murieron por diversas causas que incluían el ahogamiento o accidentes de carretera y tenían edades que iban de los 10 a los 44 años.
Lo importante es que ninguno de los 19 padecía epilepsia, trastorno que puede causar por sí solo perdidas neuronales en la amígdala. En estudios previos se obtuvieron resultados similares pero algunos de los cerebros examinados correspondían a personas que también padecían epilepsia y, por tanto, los resultados estaban enmascarados por este hecho.
Los investigadores en este caso han encontrado un número significativo menor de neuronas en las amígdalas de los cerebros que padecieron autismo. En un caso correspondiente a una persona de 28 años con el desorden esta región del cerebro tenía 8 millones de células nerviosas, cuando en el caso de una persona normal de 27 años era de 14 millones.
Esta es la primera vez que bajo el microscopio se hace un estudio detallado cuantitativo de la densidad neuronal en este tipo de personas.Según algunos investigadores la anormalidad en la amígdala jugaría un papel importante en las dificultades sociales que caracterizan al autismo. Sin embargo esas anormalidades podrían ser igualmente una consecuencia (y no la causa) de haber tenido una experiencia social reducida, por lo que más estudios son necesarios.
Esto sería sólo el primer paso para clarificar el origen de esta enfermedad, pues de momento no es posible concluir si la ausencia de neuronas en esa región es una causa o una consecuencia.
El autismo afecta principalmente a los varones en una proporción de 1 entre 166. Aún no se saben muy bien las causas de este desorden, pero aquellos que lo padecen tienen déficit sociales y de comunicación que frecuentemente les impide tener una vida normal.
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