El autismo afecta a uno de cada 166 nacimientos, de modo que 1.200 alumnos sevillanos sufren este trastorno, una incidencia que ha experimentado un importante aumento durante los últimos 30 años. La prevalencia de este problema se situaba en cuatro casos por cada 10.000 en los años 80 del siglo XX y se estima que en sólo quince años el número de afectados ha crecido en torno a un 700%. “Este importante aumento se debe, en gran parte, a que ahora se detectan más, pero también puede estar vinculado a factores ambientales”, explica la psiquiatra Rafaela Caballero, experta en Trastornos del Espectro Autista. El origen biológico de este problema de salud es claro pero aún se desconoce cuáles son los factores ambientales que inciden en su aparición.
Mercedes Molina, presidenta de la asociación Autismo Sevilla, recuerda que “el enorme desconocimiento sobre el autismo” imperante hace apenas cinco años, entre los profesionales de la salud y los docentes, impedía la detección precoz. En el caso de su hijo Manuel, que ahora tiene 21 años, esperó hasta cuatro años para conseguir un diagnóstico. Molina y su familia vivieron una auténtica odisea, con múltiples visitas a especialistas, para tratar de encontrar respuestas a la ausencia de lenguaje y al comportamiento extraño del niño. “En aquella época, hace 15 años, no nos echaban cuenta”, lamenta.
La demora en conseguir un diagnóstico de este trastorno es uno de los peores adversarios para los afectados. El autismo no tiene cura. Sólo a través de una atención temprana se consigue “una mejoría importante de las habilidades del niño”, añade Molina. Mediante pictogramas y el lenguaje de signos -estos niños reconocen mejor los mensajes al visualizarlos a través de fotografías y dibujos- los educadores tratan de corregir la barreras para comunicarse. Para la mayoría de los autistas las palabras sólo son ruido. En algunas personas el aislamiento es severo y no desarrollan ningún tipo de lenguaje. Al no existir un tratamiento curativo, la atención a las personas que sufren este trastorno está centrado en una atención psicoeducativa, con el objetivo de desarrollar al máximo sus capacidades y facilitarles herramientas para la autonomía personal.
Hasta hace alrededor de cinco años, la asistencia al autismo se prestaba en Asuntos Sociales y la incorporación de los protocolos de detección precoz en los centros de Atención Primaria del SAS ha supuesto un gran avance gracias, en gran medida, a la presión del movimiento asociativo de las familias. Con sede en Sevilla Este, la asociación Autismo Sevilla ofrece varios servicios, concertados con la Junta de Andalucía, a las familias afectadas por el autismo (un centro de día, módulos ocupacionales y plazas en el colegio específico). Mercedes Molina destaca que gracias a la colaboración, en los últimos años, de la Delegación de Educación, hoy los centros educativos de Sevilla y la provincia cuentan con 39 aulas específicas de autismo, de manera que las “necesidades educativas están cubiertas”. La ratio en estas unidades docentes es de cinco alumnos por maestro.
El 25% de los niños que sufren autismo presentarán retraso cognitivo grave y la mayoría necesitarán acompañamiento o recursos de apoyo para su desarrollo y su adaptación durante la adolescencia y la etapa adulta. “Ésta es una realidad que requiere buscar soluciones y apoyo”, explica la doctora Caballero. La mayoría de los pacientes pueden llevar vida plena pero requieren algún tipo de ayuda de manera puntual durante la madurez, por ejemplo, medias concretas para favorecerles el acceso al empleo o a la vivienda.
La causa del autismo continúa siendo una incógnita, si bien diversos estudios apuntan a varios factores y a una clara predisposición genética. Los principales síntomas suelen detectarse (problemas de comunicación y conductas repetitivas) de manera temprana, a los 18 meses, por los pediatras en las unidades de atención al niño sano en los centros de salud.
Para tratar de desentrañar las anomalías que provocan la desconexión con la realidad que sufren los autistas, la unidad de investigación que dirige la doctora Rafaela Caballero en la Universidad de Sevilla tiene abiertas varias líneas de investigación con el objetivo de diseñar tratamientos. Este equipo de investigación profundiza, en estos momentos, en estudios de volumetría cerebral y en cambios en la morfología del cerebro para establecer relaciones directas con el autismo y el síndrome de Asperger. Para ello este equipo cuenta con la colaboración del centro Pet Cartuja, especializado en neuroimagen avanzada.
Otra línea de estudio está centrada en el estrés oxidativo de estos niños. “Los primeros resultados del ensayo clínico constatan que los niveles de estrés oxidativo son muy altos en los niños autistas de modo que un posible tratamiento antioxidante -basado en vitaminas- podría contribuir a la recuperación”, explica la especialista. Para desarrollar estas investigaciones, esta unida de investigación cuenta con fondos procedentes de la Fundación Koplovich, y de fondos autonómicos y estatales. La unidad de la doctora Caballero atiende al mes a una media de cien pacientes, de modo que los resultados de las investigaciones tendrán una aplicación directa en los afectados. Los resultados definitivos, que abrirán un camino a nuevas terapias, se publicarán en una publicación científica.
Por Diario De Sevilla
Visto en: The Autism news
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