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Romper el silencio

Maite

Extraido del prólogo de ANGEL RIVIERE para el libro "Sistemas Alternativos de Comunicación" de MARIA SOTILLO.

Los padres de niños pequeños con deficiencias o trastornos del desarro­llo suelen hacerle al profesional una pregunta decisiva y muchas veces an­gustiada: « ¿Hablará?». Para ellos, que no son psicólogos científicos pero sí intuitivos «psicólogos naturales», la cuestión de hablar o no hablar es crucial. Establece una frontera inexorable entre dos modos de ser, entre dos universos: el mundo de las palabras y el del silencio. Los humanos no sólo somos psicólogos naturales. También somos «prosistas naturales», como lo era aquel ingenuo gentilhombre de Moliére. Estamos tan enre­dados en nuestro universo hablado, en ese mundo nuestro fabricado con el aire de las palabras, que tenemos dificultades para concebir cual­quier otro universo comunicativo. El silencio permanente de la perso­na querida nos angustia, reta e interroga. Sí, la pregunta inquietante (« ¿hablará?») esconde otras de gran importancia (« ¿podrá venir a mi mundo?», « ¿podré conocer yo el suyo?», « ¿cómo es su mundo?») (…)

Hay muchas personas para las que las palabras no son, ni pueden ser, aire. No lo son en el sentido metafórico, porque no se desarrollan ni pro­ducen con la fácil espontaneidad con que se desenvuelven en nosotros. Su evolución y expresión son más costosas. No lo son tampoco literalmen­te, porque son personas capaces de hacer lenguaje, representaciones o, al menos, símbolos sueltos, pero que no son de aire. Pueden ser de muchos materiales, pero no de aire: movimientos de manos, signos en una pan­talla de ordenador, dibujos en láminas… En los últimos treinta años, los psicólogos, profesores y familiares de las personas con «necesidades es­peciales» hemos descubierto algo importante: hay muchos recursos, no sólo el habla, para romper o disminuir su silencio comunicativo. Lo contrario del silencio no es necesariamente el habla. Miles de niños y adultos con sordera, autismo, deficiencia mental, parálisis cerebral y otras alteraciones se están beneficiando de este descubrimiento.(…)

A veces, para los hablantes naturales, los beneficios pueden parecer nimios, pero no lo son ni mucho menos. Se trata de un error de pers­pectiva. Un ejemplo es el de Pedro, un autista de 17 años con deficiencia mental asociada. Pedro no tiene -ni ha tenido nunca- lenguaje. Cuan­do quiere algo, trata de conseguirlo por sí mismo o, en el mejor caso, lleva de la mano a la persona que le acompaña hasta el lugar donde está el objeto que desea. (…)

Sin embargo, en los últimos meses, Pedro ha aprendido algo importante: un signo. Cuando quiere «más» de algo (más juego, más comida, más paseo), mueve varias veces su mano por delante del pecho formando una línea inclinada que va aproximadamente desde el hombro hasta el estómago. Pedro ha “descubierto” algo que es completamente nuevo para él: que puede regular la conducta de los demás por medio de un gesto, y ese des­cubrimiento ha cambiado su mundo mucho más de lo que podemos imaginar. Su comportamiento, y el de todo su entorno familiar, se ha modificado radicalmente. En el universo de Pedro aún predomina el si­lencio, pero se ha abierto una posibilidad comunicativa que, por debajo de su apariencia minúscula, lo ha revolucionado.

Hay, sin embargo, dos tipos de obstáculos que se han opuesto tradi­cionalmente a nuestros esfuerzos por sacar a flote a las personas su­mergidas en el silencio: unos provienen de sus propias limitaciones psi­cológicas o biológicas. Otros, de las nuestras. Y al hablar de las nuestras me refiero a un conjunto de creencias restrictivas y sesgadas que, en buena medida, se derivan de nuestro modo de ser. Del hecho de que somos, como dice el brillante psicólogo George Miller, bípedos carentes de plumas, de cerebro grande y boca ruidosa. En realidad, estamos tan entretenidos con el ruido del lenguaje, somos hasta tal punto y tan fácil­mente animales hablantes, que nos resulta extraña por principio la idea de que pueda haber otros modos simbólicos, y hasta lingüísticos, de co­municación. En la psicología natural de los «psicólogos intuitivos» tien­de a formarse un bloque conceptual en que todo eso es lo mismo: len­guaje y habla, comunicación y lenguaje, símbolos y palabras. Desde el lado de acá del universo de las palabras habladas, la falta de habla parece condenar al silencio. El habla es tan pregnante y dominante, como modo simbólico de comunicación, que deja pocos resquicios para intuir otras posibilidades.

Este modo de ver explica que, durante tantos y tantos años, muchos paralíticos inteligentes estuvieran condenados a sufrir desde dentro del si­lencio, muchos autistas deficientes a estrellarse en programas operantes de desarrollo del habla, muchos sordos a tener que esconder sus gestos simbólicos en los colegios para no ser reprendidos. En el mundo inevi­table de los prosistas naturales, el habla parecía ser la única alternativa, la exclusiva Ley. Sólo en los últimos años ha comenzado a suavizarse la Ley del Habla o el Silencio. (…)

El desarrollo y empleo de sistemas alternativos forman parte de un movimiento más general en la comprensión y el tratamiento de las per­sonas con necesidades especiales. De un nuevo enfoque en el que la co­municación se ha convertido en uno de los focos más esenciales de los es­fuerzos terapéuticos y educativos. La comunicación en sentido amplio y no sólo el lenguaje o el habla en una perspectiva más restringida. Los planteamientos interaccionistas y «dialógicos» en Psicología Evolutiva han llevado a muchos profesionales a la convicción de que la comunicación es constructiva en nuestra especie. Con ello se quiere decir que hay funciones intrapsíquicas que poseen un origen comunicativo. Desde estas perspectivas -ya abiertas hace muchos años por precursores como Vy­gotski y Mead-, la intuición común de que comunicamos a los demás nuestro mundo interno debe complementarse con otra más profunda, a saber, la de que hay aspectos esenciales de ese mundo interno que son un producto de la propia comunicación. (…)

Esta intuición, junto con el esfuerzo por deslindar el lenguaje de su expresión normativa periférica -el habla-, han sido determinantes para aumentar la conciencia de hasta qué punto es importante romper, efectivamente, el silencio de las personas que habitan más allá del habla. En la perspectiva interaccionista, comunicar no es ya establecer rela­ción entre conciencias esencialmente solitarias, como las mónadas de Leibniz, sino mucho más que eso: construir conciencias, crear personas. (…)

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3 comentarios:

Jesús David

Increible.

Salu2.

Mi MADRE es mi PATRIA y mi NOVIA es mi BANDERA.

Aarushi

me encanta que compartas esta parte de tu vida con los demas, asi haces mucho, ayudas en serio, yo tengo un sobrinito que es autista, lo adoro, gracias por tu informacion.
Besos.
Te leo =).

Maite

Aarushi, ya veo quién te hablo del blog, me alegro que lo hayas encontrado y espero que te sea de ayuda. Un beso.

A tí Jesús también. Espero que pronto nos cuentes noticias de la entrevista de tu madre con la neuropsicóloga.

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