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Adquisición y Extinción (rabietas)

Maite
Cuando el niño recibe refuerzos por su conducta y está aprendiendo, se encuentra en un proceso de adquisición, y la conducta deseada debería fortalecerse. Supón que de repente decidieras no reforzarle más. Se comporta como antes, pero tú haces como que no te das cuenta de esta conducta, como si no tuviera ningún efecto sobre ti. Esto es la extinción de la conducta.

Por ejemplo, con gran esfuerzo has enseñado alguna conducta deseable al niño por medio de varios refuerzos explícitos. Ahora envías al niño a casa (o al colegio, según como sea el caso) y no recibe ningún refuerzo explícito. La conducta que tan cuidadosamente has producido está «en vías de extinción»; desaparecerá por­que ya no está siendo premiada. Trabajar para suprimir una rabieta es un buen ejemplo de extinción. El niño puede gritar y patalear, pero tú sigues con tus cosas como si la con­ducta no se diera. La rabieta desaparecerá casi seguro. La extinción, por tanto, es pode­rosa, aunque exige tiempo y esfuerzo para poder eliminar una conducta. La extinción se describe más a fondo en el próximo capítulo.

Intenta primero los castigos no fisicos. Es decir, intenta primero la extinción (sin prestar atención alguna a la conducta). Después intenta el aislamiento (aísla al niño cuando se produzca la conducta indeseable), la hipercorrección y otros tipos de estímu­los aversivos no físicos. Pon un cuidado especial en no recompensar involuntariamente al niño con actitudes como la compasión, la conmiseración, o liberándolo de alguna ta­rea. Los niños no nacen con conductas problemáticas; las adquieren. El niño de los riño­nes dañados, del ejemplo anterior, había sido cuidadosa e involuntariamente moldeado, por personas poco informadas, pero bien intencionadas, a hacerse daño a sí mismo, acabando finalmente con una lesión de riñones y un peligro de muerte. Estos problemas se describen con más detalle en capítulos posteriores.

Probablemente las rabietas desaparecerán si no les haces caso. Si puedes aguantar los gritos y el alboroto, y si el niño no se hace daño o te lo hace, intenta trabajar «a pesar de» la rabieta, comportándote como si no existiera. Esto se conoce como extinción. A veces es duro para el adulto y el niño, porque éste seguirá siendo agresivo, manifes­tando muchas veces una cumbre o pico (una «explosión de extinción») antes de dis­minuir gradualmente la conducta. El aislamiento (darle la espalda o dejarlo solo) a veces es un modo fácil de alejarse de manejar las rabietas (en el sentido de que el pro­fesor no tiene que aguantar todo el alboroto). Recuerda, sin embargo, que para algu­nos niños el aislamiento supone un refuerzo (si al niño no le gusta estar en clase puede que prefiera el aislamiento), con lo cual no tendrá efecto.

El cambio depende de muchos factores, que varían tanto de un niño a otro que no pueden formularse reglas definitivas que nos permitan saber cuándo podemos esperar cambios. En general, los castigos físicos deberían funcionar mucho más rápidamente que la extinción o el aislamiento, y se deben notar sustanciales disminuciones en la con­ducta durante la primera hora de su aplicación. Si la conducta es sometida a extinción, puede que aumente durante la primera hora, incluso a lo largo del primer día, y después disminuya lentamente durante los días próximos. En ocasiones una conducta desapare­ce casi totalmente después de una semana; otras veces puede tardar un mes entero en ha­cerse manejable.

La extinción directa constituye el procedimiento más eficaz y menos complicado para eliminar conductas perturbadoras. Debes comportarte como si no ocurriera nada. No prestes absolutamente ninguna atención al niño cuando se porte mal, y deja claro que su conducta no tiene ningún efecto sobre ti. Es decir, no lo mires involuntariamente cuando se altere, y no pospongas tus órdenes por sus interrupciones. El niño abandona­rá la conducta perturbadora cuando se dé cuenta de que no le compensa portarse asi.

A veces a los niños se les da muy bien saber cuándo y cómo tocar tu fibra sensible.
Tus gestos de desagrado, tus vacilaciones, el que pospongas un intento o te sonrojes puede ser suficiente para que el niño mantenga la rabieta.

No obstante, la extinción directa sólo puede llevarse a cabo con conductas levemen­te problemáticas. Es imposible hacer caso omiso a un niño cuando te muerde o rompe los muebles. Quizá sea necesario usar castigos y aislamiento para eliminar rabietas de esta magnitud, pero es importante recordar que debes volver a la extinción directa cuando se haya reducido la rabieta.

(Fco. Javier Garza Fernández papá de Javiercito, autista severo)
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1 comentarios:

Maite

No se si te habrás percatado de que aquí no tratamos con rabietas "propias de la edad"...
pero tendré en cuenta tus blogs,
gracias.

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